lunes, 22 de noviembre de 2010

Felicio II

Últimamente, Felicio se había vuelto más abrazable que nunca. La gente estaba insoportable, no había persona, animal, insecto, ni mascota que cuando lo viese, pudiera soportar las ganas de abrazarlo.
Harto, harto, harto de todo estaba el pobre Felicio, tan abrazable como siempre (o mejor dicho, más abrazable que nunca) que cubriéndose el rostro con una máscara de zombie, salio bajo el cielo de luna llena (que brillaba más que nunca) y hasta un arroyo marchó.
Allí tenía listo un velero que había estado construyendo desde hacía algún bastante tiempo. La cosa es que subió al barco, respiró hondo, suspiró, y por fin soltó amarras.
Hacía tiempo lo había estado planeando, pero ya esa noche había sido el colmo ¡Una zanahoria saltó de la mesada y con su ramito de hojas le abrazó la nariz! Eso ya fue el colmo y decidió emprender viaje hasta una isla solitaria, donde estaría seguro que nadie lo iba a querer abrazar.
Así y todo, la abrazabilidad de Felicio era tal, que parecía incluso el mar lo quería abrazar. Primero con olas lentas y pesadas, luego con olas cada vez más fuertes, hasta que el cielo se convirtio en negro, la tempestad agitó el mar y el velero iba a la deriva, con Felicio de capitán.